Mi país inventado

De todos los países de Latinoamérica, tal vez sea Chile el más conocido, cuando hablamos de literatura, por supuesto. Las voces y las obras que de allí nos llegan han sabido transferirnos la esencia de un país que está cambiando, el corazón y el alma de unas gentes y una nación que poco a poco hemos ido descubriendo en los amantes versos de Pablo Neruda, la melancolía de Gabriela Mistral y, últimamente en las novelas y en las memorias de una de sus escritoras más prolíficas y más comprometidas con ese peculiar país casi encantado.

Hablo de Isabel Allende, que en su última obra «Mi País inventado» insiste en mostrarnos un Chile lleno de encanto y de misterio. Una mirada romántica que rescata historias y personajes desde la lejanía, desde la nostalgia.

«Para ver a mi país en el corazón hay que leer a Pablo Neruda, el poeta nacional que inmortalizó en sus versos los soberbios paisajes, aromas y los amaneceres, la lluvia tenaz y la pobreza digna, el estoicismo y la hospitalidad. Ése es el país de mis nostalgias, el que invoco en mis soledades, el que aparece como telón de fondo en tantas de mis historias, el que se me aparece en sueños».

La novela gira alrededor de su propia vida, una vida que como ella misma reconoce, está íntimamente e inseparablemente ligada a la historia reciente de Chile. A lo largo de unas páginas marcadas por la nostalgia de un país que se pierde en la distancia pero que se recupera en la memoria, en los sentimientos y en la palabra escrita,

Isabel Allende nos describe el país donde nació: Un país de caprichosa oreografía, bañado por el Pacífico, cruzado por los Andes y que casi besa, en el cono sur, el frío hielo de la Antártida. Chile, el fin de los caminos.

«Los acontecimientos de mi pasado no tienen contornos precisos, están esfumados, como si mi vida hubiera sido solo una sucesión de ilusiones, de imágenes fugaces, de asuntos que no comprendo o que comprendo solo a medias».

También nos habla de sus gentes. Partiendo de su excéntrica familia, reflejada ya en «La casa de los espíritus» nos muestra una sociedad chilena muy conservadora, religiosa, sobria y desconfiada, pero también con virtudes, pues la hospitalidad y la amabilidad de sus gentes nos hacen de Chile un país muy acogedor.

«Somos un pueblo con alma de poeta. No es culpa nuestra, sino del paisaje. Nadie que nace y vive en una naturaleza como la nuestra puede abstenerse de hacer versos».

En Chile, nos dice, se evita hablar del pasado. Sobre todo de un pasado político todavía muy reciente. Pero la orgullosa democracia chilena parece ya levantar cabeza después de los oscuros años de dictadura pinochetista, años que Allende no ha rehuido mencionar en sus obras. Algo todavía queda de esa época, pues se hace difícil conversar de política con un chileno, y las manifestaciones políticas siguen sin ser bien vistas incluso en las exclusivas universidades chilenas.

«Mi país inventado» no es exactamente una novela. Tampoco podemos hablar de unas memorias, pues esa no es la intención de la autora. Más bien, es una explicación, la búsqueda de lógica a una parte de su vida, una respuesta al porqué es escritora, a la vez que nos muestra ese porqué representado en unas vivencias, en una esencia, en un país, que es el suyo y que a lo largo de esta obra nos muestra tal y como ella lo vive y siente, invitándonos a conocerlo.

«Mi país inventado» es una magnífica oportunidad de profundizar en la característica idiosincrasia de ese país, para nosotros tan lejano, y de conocer algo más de una autora que nos muestra en cada uno de sus libros un poquito más de sí misma.

«Lo más importante de mi viaje por este mundo no aparece en mi biografía o en mis libros, sucedió en forma casi imperceptible en las cámaras de corazón…»

«El oficio de la literatura me ha definido: palabra a palabra he creado a la persona que soy y el país inventado donde vivo».

En un reciente viaje, la fortuna me brindó la oportunidad de conocer a un joven chileno que hablaba de su país del modo orgulloso y sincero que también habla Isabel Allende en «Mi país inventado». Así pues, debe ser cierto aquel universo mágico que nos narran  sus autores, y el orgullo del que sus gentes hablan de su tierra, rincón paradisíaco de los Dioses, que nos invitan cariñosamente a visitar, y que así haremos algún día. Libros como estos nos hacen comenzar el año con buen pié y gentes como estas nos provocan ansia de viajar, que como todo el mundo sabe, abre la mente y sana los corazones.

Va por ti, Eduardo.

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