Interesante reportaje el que El Pais publicaba este domingo sobre la recuperación del entorno de los ríos en las ciudades. En «y un día miramos a los ríos», Anatxu Zabalbeascoa recoge las impresiones de ecologistas (WWWF-ADENA), Confederaciones Hidrográficas y arquitectos que un día decidieron prescindir de reclamos arquitectónicos para devolver al río y a los ciudadanos un espacio ordenado con un poco de lógica.
Las experiencias desarrolladas en el entorno del Manzanares en Madrid (aunque sí es una obra faraónica), el Ebro a su paso por Zaragoza o el Guadiana en Mérida muestran que las instituciones y ciudadanos comienzan a mirar nuevamente hacia el río y que lentamente va cambiando aquella percepción de los ríos en las ciudades como un peligro a controlar, adoquinar, encauzar…
Pero aún queda mucho por avanzar, pues – y esta idea no se refleja en el reportaje como me gustaría- todavía son muchos los que piensan que para que un espacio sea naturalmente y socialmente atractivo debe ir acompañado de un poco de hormigón, senderos a ras del cauce, chiringuitos y pantalanes.
Y no debemos olvidarnos que el rio, en ciudad o en naturaleza, cumple muchas funciones. Es un ecosistema que debemos respetar y cuidar, que tiene vida propia y que, como a nosotros nos gusta caminar libremente por nuestras calles, las aguas no llevan bien los corsés que poco a poco les hemos ido poniendo bajo la excusa de la «recuperación de cauces y riberas» o de crear ficticias «zonas verdes» en las que la intervención humana prima sobre la verdadera naturaleza del entorno fluvial.