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Terremoto de Lorca (foto: Nebrili)

Terremoto de Lorca (foto: Nebrili)

Es de sobra conocido que el estrés hídrico, especialmente en terrenos calizos puede producir movimientos de terrenos. Por otro lado, Murcia y, en general toda la cuenca mediterránea, sufre un importante proceso de desertización debido a condiciones climáticas adversas favorecidas -a conciencia- por la acción del hombre. Otra cosa es que los efectos de la explotación de los acuíferos (algo muy habitual en la «España seca») sean tan perceptibles como lo fueron en Lorca, produciéndose una deformación en la superficie de la falla y un movimiento de placas en profundidad que los expertos relacionan directamente con el terremoto ocurrido el pasado año.

El avance publicado la semana pasada en la revista Nature Geoscience de los resultados de un estudio geológico de la universidad canadiense de Western Ontario, dirigido por el científico español Pablo González ha convertido en protagonista de la semana a esa ciencia tan desconocida como es la geología. Todos los medios de comunicación hicieron eco de la noticia, destacando la calidad del reportaje realizado por Rafael Méndez en El País, vídeo incluido.

Pudimos, asimismo, escuchar las declaraciones de otro de los científicos implicados en la investigación, José Fernández, director del Instituto de Geociencias (IGEO) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que en el programa radiofónico «El día menos pensado», explicaba las consecuencias de la acción del hombre sobre el inestable terreno de Lorca, donde la progresiva extracción de agua del acuífero subterráneo perturbó la corteza terrestre de la falla, produciéndose (como parece demostrar este trabajo científico) una fractura en la roca y un desplazamiento en profundidad de la falla, lo que indujo el terremoto, que tuvo una magnitud de 5,1 grados, causando más de 300 heridos y graves destrozos en el pueblo murciano.

Causas, consecuencias y responsables de la catástrofe

En todo caso, Lorca en un ejemplo más de lo que puede ocurrir cuando los intereses particulares de unos pocos (agricultores y regantes, en este caso) prevalecen sobre el interés general. Si se superpone el beneficio económico a la sostenibilidad ambiental, las condiciones de todo el ecosistema van a variar inevitablemente.

La sobreexplotación de los acuíferos (desde los años 60), en un terreno tan sensible como la región murciana provocó un descenso de 250 metros del nivel de agua subterránea, me imagino que ante la impertérrita mirada de la confederación hidrográfica responsable de la gestión de los recursos hídricos murcianos. Junto a la falta del debido control y seguimiento de las masas de agua y a una irresponsable gestión a lo largo de más de treinta años por parte de la administración pública (poco sensibilizada con los aspectos ambientales), se une la politización de los temas del agua en la cuenca mediterránea donde, en vez de imponer la cordura y promover la sostenibilidad de las explotaciones se han limitado a extremar los mensajes, potenciado diferencias y antagonismos para obtener réditos políticos.

Un año y medio después de la catástrofe, recordamos a las ocho personas muertas por el terremoto,  y a las miles de personas que todavía no han recuperado sus hogares, que siguen sin las ayudas necesarias, pero sobreviviendo en un municipio que es incapaz de prestar los servicios adecuados a sus ciudadanos. Sería de justicia que Lorca sirviese como ejemplo aleccionador a nuestros gestores, para poder así aprender de nuestros errores, planificar con responsabilidad y tener siempre presentes que la naturaleza es sabia, pero también muy poderosa y que las alteraciones drásticas del medio pueden desembocar en catástrofes dramáticas, como lo fue Biescas en su día y lo sigue siendo Lorca.